En un sorteo de El
País obtengo dos entradas para el preestreno de esta película china y
Marisol me acompaña. La película y la actriz han ganado el festival de San
Sebastián y, puestos a elegir cuál de los dos premios me sorprende más, me
quedo con el de la actriz, pues me parece que tiene la misma cara durante toda
la película. Innovador, y un poco molesto, es el formato de la proyección: un
círculo, que se amplía a un rectángulo que no ocupa toda la pantalla (cuando se
va a Pekín la protagonista) y, al final en tiempo presente, se amplía al
máximo. El círculo no permite ver qué hay alrededor y la cámara se ha de estar
moviendo de derecha a izquierda, o viceversa, constantemente.
La protagonista de la película pide
ayuda a un lejanísimo familiar suyo que es juez para que declare nulo su
divorcio, pues el matrimonio decidió separarse para obtener un beneficio, y
cuando esté casada de nuevo con su ex marido, pedirá el divorcio porque ahora
ella sí lo quiere.
La historia se hace anodina y está
lejos de los parámetros occidentales, aunque nos muestra una China en la que
los subalternos aún se muestran obsequiosos con sus superiores y son capaces de
aceptar culpas que no son realmente suyas… aunque solo por esto no vale la pena
ir a verla.
Dirección: Feng Xiaogang Fotografía:
Pan Luo
Guion: Zhenyun Liu Montaje:
William C. Suk Ping
Música: Wei Du
Actores: Bingbing Fan, Gua Tao,
Jiayi Zhang, Yi Zhang, Chengpeng Dong, Zonghan Li
(2017; 128’; *; 16)

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