Al día siguiente de la nefasta presentación, pésimo guion
e incomprensibles chistes de la gala de los Goya, que no terminé de ver,
Marisol sugiere que veamos esta película. Como con la edad merman las
capacidades, no consigo oírla en catalán, de ahí que el título esté en
castellano. Antes de de dedicarle tres líneas a la historia que cuenta la
película, diré que está basada en la vida de su directora (como tantas otras basadas
en hechos reales que vienen de la fábrica de sueños), y me pregunto si la
Academia tenía que enviar esta ópera prima a las seleccionables para los Oscar.
¿De verdad que entre todas las de año era la mejor o la que creían que tenían
más posibilidades de ser nominada? Y con ello no quiero decir que para ser la
primera película que dirige no esté bien, pero no es Ciudadano Kane, que también fue prima.
Y ahora el sucinto resumen: una niña de unos siete años
queda huérfana de padre y madre debido al sida. Su tío carnal, casado y con una
hija de unos cinco años, se queda con ella. A pesar del cariño que le prodigan
los dos adultos, la pena de la ausencia de sus padres la hace arisca. La
película nos muestra los meses del verano del noventa y tres. Bien las
actuaciones de las niñas y excesivos primeros planos, a mi gusto.
Dirección: Carla Simón Fotografía:
Santiago Racaj
Guion: Carla Simón, Valentina Viso Montaje:
Didac Palou, Ana Pfaff
Música: Pau Boïgues, Ernest
Pipó
Actores: David Verdaguer, Bruna Cusí, Laia Artigas, Paula
Robles, Fermí Reixach
(2017; 97’; **; 5)

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