Esta es una crónica de urgencia, porque el sábado pasado fuimos a ver a esta orquesta en el Auditori de Barcelona y escribo esta crítica saltándome las de las catorce series o películas que están pendientes de pasar por estas páginas.
Al contrario que el nombre de este blog, primero comenzaré
por lo personal: no me gusta, si voy a un auditorio, escuchar la música a
través de potentes altavoces pues, a pesar de mi pésimo oído, me parece que el
sonido de los instrumentos a través del aire hace que este vibre y su sonoridad
sea diferente; no me gusta, si voy a un concierto que no es de rock, que la luz
tenga una presencia tan importante e, incluso, que tenga que cerrar los ojos en
un momento del concierto porque nos la dirigen a los espectadores; en cine hubo
un momento en que se publicitó que la estrella era el director, pero en música
ya lo son desde hace mucho tiempo, por lo que no me gusta que el director de la
orquesta lleve una ropa talar del estilo de Darth Vader, tenga una tarima cuya
base está compuesta de haces de luz, salte y baile, y alguna otra extravagancia
más. No me gusta.
Ahora la parte del caleidoscopio (de kalós “bello”,
eîdos “imagen” y -scopio): el sonido que emite la FSO a través de,
cuando menos dos potentes altavoces situados a bastante altura, es envolvente, la
sientes dentro, son solo cuarenta y seis músicos, pero parecen muchos más, las
bandas sonoras se escuchan tal y como puede hacerse en cualquier cine de última
generación; las “estufas” de luz (antiguamente habían unas resistencias con una
placa metálica circular detrás para irradiar mejor el calor) y los cañones de
luz que están a pie de orquesta y lanzan sus chorros hacia el techo o cualquier
otra dirección, hacen que, en las músicas de películas de acción, el sonido se
vea incrementado por la sensación lumínica y, aunque al principio desconcierta
(quizá a un novato como yo), luego ya está dentro del conjunto; el director, al
igual que la uniformada orquesta, aprovecha el look que tenemos de las
películas más taquilleras y sale con una gabardina negra hasta los pies,
alzacuello y puñetas en las mangas que, dado todo lo que se mueve, debe sudar
hasta perder más kilos de los deseados.
Y, a parte de todo lo dicho, entre canción o suite
de las bandas sonoras que interpretan, el director hace una explicación de lo
que se va a oír, llevando hasta el espectador las circunstancias que puede
haber hecho de esa película algo singular, musicalmente hablando, explicado con
mucha gracia, soltura y conocimiento.
En resumen, es todo un espectáculo que nadie al que le
guste la música de películas debería perderse. Nosotros no lo hicimos, gracias
a El País, y espero volver a escucharlos cuando vuelvan a Barcelona.
(2021; 100’; ***; 38)

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