Cada año la Fundación Finestrelles presenta un
espectáculo a fin de recaudar fondos y el pasado año, con motivo de haber
ganado un campeonato de tenis de mesa, el título del mismo fue el nombre de la
película y proyectaron algunas imágenes de ella. Marisol y yo comentamos que ya
la habíamos visto, pues no deja de ser una confrontación de alguien que no
padece una limitación con personas que sí la sufren. Aclaro: no solo “habíamos
visto” esta película sino que ya conocíamos el intríngulis de la misma por otras
películas. A pesar de ello, la noche siguiente a que ganara el Goya a mejor
película la vimos. Y como he dicho, ya la habíamos visto.
El protagonista, personaje en el que se está convirtiendo
un especialista Javier Gutiérrez, es un antipático entrenador de baloncesto al
que una jueza le condena a entrenar durante tres meses a un grupo de personas
que sufren algún tipo de limitación, sea esta física o psíquica. La
comunicación entre el entrenador y los entrenados no es fluida, pues él no se
percata de las situaciones particulares de cada uno de ellos y les habla y
trata como si ya fueran un equipo establecido y sin ninguna restricción. Como
el avispado lector puede suponer, el que sufre una mayor limitación es él, pues
no puede comunicarse correctamente con sus semejantes. Al final, los caminos
intersecarán y todos habrán salido ganando.
Dirección: Javier Fesser Fotografía:
Chechu Graf
Guion: David Marqués, Javier Fesser
Montaje: Javier Fesser Música:
Rafel Arnau
Actores: Javier Gutiérrez,
Alberto Nieto Fernández, Daniel Freire, José de Luna
(2018; 119’; **; 8)

El problema es que la gente ve un espectro de cine tan reducido que esta película le sorprende. Por ponerme generoso.
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