Viene Mari a pasar unos días con nosotros, a echar unas risas y, como no podía ser de otra manera, a ver unas cuantas películas. Esta es la primera. La he visto una media docena de veces porque me gusta mucho, no tanto por lo buena que pueda ser (me ha molestado un poco el abuso de los primeros planos), sino porque me gusta el tema que trata (la bofetada al injusto sistema de McCarthy) y porque es una película en la que Woody Allen hace un papel similar al de sus primeras películas y, en cambio, ni es el guionista ni el director. Un homenaje a todos aquellos artistas que sufrieron los abusos de esa época.
Allen encarna a un personaje cuyo mayor mérito es ir
trampeando a costa de conocidos y parientes, es decir, no tiene dónde caerse
muerto. Pero tiene un amigo guionista que le comenta que ha sido incluido en la
lista negra y, a partir de ese momento, ningún estudio va a aceptar sus
guiones. A Allen se le ocurre que él sí puede presentarlos y el amigo, después
de advertirle de los riesgos en los que incurre, le ofrece el diez por ciento
de su salario. A partir de aquí, se abre una forma de vida insospechada para el
personaje que da pie al título de la película. Tristemente divertida.
Dirección: Martin Ritt
Fotografía:
Michael Chapman
Guion: W. Bernstein
Montaje: Sidney Levin
Música:
Dave Grusin
Actores: Woody Allen, Zero Mostel, Michael
Murphy, Herschel Bernardi, Remak Ramsay, Lloyd Gough
(1976; 95’; **; 29)

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