Ayer volví a ver esta película que debí ver la primera vez en la Filmoteca, cuando no llegaba a los veinte. Recuerdo que con quien fuera hablamos del significado del reloj sin manecillas y poco más, pues supongo que no pudimos comprender lo que siente el anciano protagonista de la película y ahora me doy cuenta que solo era cuestión de esperar una travesía del desierto para, no solo entenderlo, sino, incluso, poder llegar a sentirlo.
¿Cuántos años hace que no veía una película de Bergman?
Ya ni puedo recordarlo y no deja de ser curioso que haya visto más películas de
él cuando no podía entenderlas que ahora que, por edad, ya podría ser su protagonista.
Habré de enmendarlo, como ayer hizo Marisol, que fue quien la eligió. Todo un
regalo.
El anciano del que ya he hablado tiene setenta y ocho
años y el día en el que comienza la película es el de su jubileo como médico.
Iba a ir a la ciudad donde se iba a efectuar la ceremonia en avión, pero a
primera hora de la mañana decide irse en coche. La mujer que le asiste en casa
se enfada, porque su ilusión era ir en avión, pero él le dice que lo haga
igualmente. La nuera del doctor, que ha estado pasando unos días con él decide acompañarlo
en ese viaje, que se convertirá en un encuentro entre el médico jubilado que es
y el joven que fue más de medio siglo atrás. Una road movie en blanco y negro,
con escenas buñuelescas, en cuyo viaje el pasado y el presente, la juventud y
la senectud se darán la mano. Totalmente aconsejable a aquellos que tienen más
que ver echando la vista atrás que mirando hacia delante.
Dirección: Ingmar Bergman
Fotografía:
Gunnar Fischer
Guion: Ingmar Bergman
Montaje: Oscar Rosander
Música:
Erik Nordgren, Göte Lovén
Actores: Victor Sjöström, Bibi Andresson,
Gunnar Björnstrand, Ingrid Thulin, Jullan Kindhal, Sif Ruud
(1957; 91’; ***; 44)

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