El País vuelve a invitarme a ver un drama y yo acepto el
envite. La película está bien, pero mientras la ves no puedes dejar de pensar
lo desastrosas que son las guerras en general y las civiles en particular, más
cuando son por motivos religiosos o étnicos, como es el caso. En las altas
instancias, que es donde se decide iniciar una guerra, no creo que se preocupen
por otra cosa que no sea el poder: más tiempo en él, más gente o territorio que
gobernar; pero a la gente de la calle, la que está trabajando por la
subsistencia, esa decisión tomada en las altas esferas se le vende como si la
guerra fuera para desalojar o aniquilar a un enemigo que, si no lo hacemos
nosotros, nos lo hará él, y resulta que ese temible enemigo somos nosotros
mismos, pues vamos a luchar contra nuestros hermanos, vecinos o amigos de toda
la vida.
La película
nos muestra tres relaciones sentimentales en Croacia, fechadas en 1991, 2001 y
2011, es decir, al inicio de su guerra de independencia de las repúblicas que
formaban Yugoeslavia, seis años después de cuando acabó esta y a veinte años de
su inicio. A pesar del tiempo transcurrido la gente aún guarda rencores.
Dirección: Dalibor Matanic Fotografía:
Marco Brdar
Guion: Dalibor Matani Montaje:
Tomislav Pavlic
Música: Alen Sinkauz, Nenad
Sinkauz
Actores: Tihana Lazovic, Goran Markovic, Nives Ivankovic,
Dado Cosic, Stipe Radoja
(2017; 123’; **; 25)