Como no vemos películas y estamos inmersos en la segunda
temporada de una buena serie, de la que ya hablaré, voy a tirar de memoria y
nos vamos a ir casi medio siglo atrás. Series siempre ha habido, aunque ahora
es el formato que está más en boga, pero recuerdo no haber visto, por la edad
que tenía y porque no teníamos televisor El túnel del tiempo o Perry
Mason, aunque de la calidad de las que hizo la BBC a finales de los setenta
estoy seguro que nadie habrá olvidado la que da título a esta reseña. No solo
nos vamos a ir casi medio siglo atrás, sino que será algo más de dos mil años.
Ya han acabado las guerras civiles en Roma y Augusto se
ha proclamado emperador. Su esposa Livia tiene un hijo de su primer matrimonio,
Tiberio, y quiere que este sea el sucesor, pero Augusto prefiere a alguien más
joven. Livia pondrá todo su empeño en que sea lo que ella quiere. Esto lo va
relatando Claudio, nieto de Livia, que nunca ha sido tenido en cuenta para nada
ya que, aparte de su epilepsia, tartamudez, cojera y de que no retenga la baba,
parece tener retraso mental, pero la realidad dejará perplejo a más de uno de
su familia.
La serie, más bien obra de teatro, rodada en interiores y
en blanco y negro (así la vimos nosotros, ¿puede haber algo menos
interesante?), es una entretenidísima sucesión de ambiciones, pasiones, deseos
y artimañas para conseguir el poder y, sobre todo, mantenerse en él… el mayor
tiempo posible que se lo permitan sus familiares. Quedaría por hablar de las
estupendas actuaciones, del guion, del maquillaje, … en resumen: de visión imprescindible.
Dirección: Herbert Wise
Fotografía:
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Guion: Robert Graves, Jack Pulman
Montaje: Dave Hillier
Música: Wilfred
Josephs
Actores: Derek Jacobi, George Baker, Margaret
Tyzack, Siân Phillips, Brian Blessed